El Gobierno vasco rescata el Cinturón de Hierro del olvido.
Encarga a un grupo de expertos la catalogación y el estudio de los vestigios de la línea defensiva de la Guerra Civil en Vizcaya, tras 70 años de abandono
Fue la mayor obra de la historia de Vizcaya. Setenta años después de su construcción, algunos de los números del Cinturón de Hierro, la muralla defensiva que el Gobierno vasco ordenó construir en el otoño de 1936 para frenar al ejército franquista en su avance hacia Bilbao, todavía impresionan: 80 kilómetros de perímetro, una inversión de 50 millones de pesetas de la época y 8.500 operarios, 7.000 más de los que empleará ahora la Diputación para dar forma a la futura autopista 'Supersur'.
Durante siete décadas, los vestigios de aquel parapeto colectivo contra el avance rebelde han permanecido en el más absoluto de los olvidos. En la mayoría de los casos, la vegetación, el ganado incontrolado y las voladuras controladas de la posguerra en busca de metal han ido devorando poco a poco el hormigón y la ferralla de los más de 300 búnkeres que se excavaron. Otras veces, como sucedió hace ahora dos años con las obras del corredor de Uribe Costa, la construcción de infraestructuras han destruido muchos de los refugios y casamatas.
Con el objetivo de frenar su incesante deterioro, la dirección de Patrimonio del Gobierno vasco ha decidido ahora mover ficha y ha encargado a un grupo de expertos la realización de un inventario de los restos del cinturón, como paso previo a la apertura de un eventual expediente para su conservación. Se trata de la primera vez que desde las instituciones se promueve el estudio y protección de la mítica línea defensiva.
El trabajo ha movilizado a una decena de integrantes de la Asociación Sancho de Beurko, un colectivo formado por historiadores especializados en la Guerra Civil en Euskadi. «Contamos con un equipo multidisciplinar para emprender una tarea que, si bien no es sencilla, la afrontamos con gran interés y dedicación», explica el presidente de la entidad, Guillermo Tabernilla.
El principal obstáculo con el que se han topado los estudiosos es la ausencia de planos fiables sobre esta gran obra militar. «Apenas hay documentación escrita», lamentan. Durante semanas, el equipo ha buceado en numerosos archivos en busca de legajos oficiales que contuvieran cualquier información sobre la línea defensiva. Tampoco han aparecido los famosos planos de la traición. Estos serían los papeles que el ingeniero y uno de los máximos responsables de los trabajos de fortificación, Alejandro Goicoechea, entregó supuestamente al bando franquista tras huir de la capital vizcaína. «Toda parece indicar que se pasó al enemigo con lo mínimo para evitar ser fusilado. Creo que toda la información vital para la caída de Bilbao se la llevó archivada en su memoria», asegura el historiador.
La búsqueda en fondos sobre la contienda fratricida y la recogida de testimonios de vecinos y participantes en la contienda es sólo una pequeña parte del laborioso trabajo al que se han entregado los expertos de Sancho de Beurko. Al partir de cero, el grueso de la tarea se encuentra en los montes, en el interior de las propias trincheras enterradas bajo las zarzas y las argomas. Durante los últimos meses, los especialistas han realizado más de una veintena de salidas de campo para catalogar los restos existentes.
El objetivo es elaborar una ficha detallada con cada uno de los búnkeres, pozos de tirador, muros o nidos de ametralladora que aún permanecen en pie. Para ello, los historiadores se valen de tres herramientas tecnológicas: una cámara fotográfica, un ordenador portátil y un GPS. La introducción de la localización vía satélite ha sido toda una revolución y les está permitiendo elaborar el primer mapa fiable y real de la línea fortificada. Los datos se triangulan en la computadora y se complementan con planos individualizados e imágenes detalladas de las construcciones militares.
Con esta completa información en la mano, los expertos son capaces de contextualizar los datos y saber qué relevancia tuvieron los diferentes búnkeres en el desarrollo de la guerra. Cada ficha lleva, además, una propuesta de conservación que ayudará al Gobierno vasco a decidir qué hacer con los vestigios. Se proponen tres categorías de protección en función del grado de interés de los restos: bien calificable, inventariable o de cuidado local. «Hay muchas estructuras que han sido destrozadas, pero tienen un valor histórico indudable. Otras, afortunadamente, han llegado en un estado aceptable hasta nuestros días», concluye el presidente de la Asociación Sancho de Beurko.
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